Pan y libertad
Por Juan Carlos Martínez
La lucha por la libertad de expresión es tan antigua como la lucha emprendida por el hombre en procura del pan. El esclavo no tenía derecho a expresarse sin el consentimiento del amo. Los dueños de la palabra también eran los dueños del pan.
Mucho ha avanzado la humanidad en demanda de pan y libertad, pero todavía el silencio y el hambre castigan a millones de hombres y mujeres en todo el mundo.
Porque la palabra y el pan siguen sometidas a la voluntad de los poderosos.
O sea, que el amo y el esclavo perviven en el mundo de nuestros días.
Esclavos son los que no encuentran espacio para expresarse. También lo son aquellos que pueden expresarse pero sujetos a lo que les dictan sus amos.
Libertad de expresión vigilada, controlada, manipulada.
Cuando el radical ultraconservador Oscar Aguad nos dice que es el mercado el que debe regular la existencia de los medios de comunicación, nos está diciendo que la libertad de expresión no es un derecho sino una suerte de mercancía que se cotiza como las acciones en la Bolsa de Valores.
En un gobierno de la derecha brutal como el que encabeza Macri también el mercado regula la economía y por eso es que el alimento no es un derecho humano que está al alcance de todos.
Los feroces ataques contra la ley de Medios forman parte de los ataques a la libertad de expresión.
Pocas leyes como esa ley han sido debatidas con tanta amplitud y profundidad por los argentinos, dentro y fuera del Congreso.
Sólo los dueños de la palabra se opusieron tenazmente a su vigencia usando una batería de cautelares que encontraron eco en la corporación judicial, incluida una Corte Suprema que hizo lo suyo para ponerle mordaza a la libertad de expresión.
Las múltiples manifestaciones que se están realizando en todo el país en defensa de la ley de Medios constituyen una saludable reacción de buena parte de los argentinos.
El tema resulta oportuno para exhumar un episodio ocurrido en La Pampa hace diez años, justamente cuando la intolerancia de un funcionario público trató de censurar y amordazar a un medio de comunicación alternativo.
Estamos hablando de la demanda que entabló contra el mensuario Lumbre el entonces ministro Juan Carlos Tierno (el Aguad pampeano que ha vuelto con la tijera y la picana), cuyo objetivo no era otro que el de silenciar a un medio independiente que ejercía el inalienable derecho a la libertad de expresión.
Sin embargo, el intento no sólo no prosperó sino que marcó un hito en favor de la libertad de expresión a través de un fallo ejemplar dictado por una mujer.
Doble golpe al golpeador.
Nada mejor entonces que volver sobre aquella sentencia en momentos en que la libertad de expresión vuelve a estar en peligro merced a los pasos que está dando un gobierno atado y sometido a los intereses de los grandes medios de comunicación.
Que son los que le marcan el rumbo y los que tienen en sus manos el poder real.
Es un deber de todos ganar las plazas de la república para defender la ley de medios, que no es otra cosa que defender la libertad de expresión.
Está clarísimo: si perdemos esta batalla, corremos el riesgo de perder el pan y la libertad.