El rey de la impunidad

Por Juan Carlos Martínez

 

El vicegobernador Mariano Fernández dio una curiosa respuesta al referirse a la incorporación del condenado Juan Carlos Tierno al gabinete provincial.

 

Los argumentos expuestos por Fernández se parecen a los que suelen emplear aquellos que para zafar de alguna situación incómoda tratan de quedar bien con Dios y con el diablo.

 

Lo que sigue a continuación es la respuesta que el vicegobernador dio sobre la presencia de un golpeador y torturador de mujeres, condenado a dos años de prisión por abuso de autoridad, inhabilitado por cuatro años por la misma causa, despedido en dos oportunidades de la función pública y convocado por el mismo que se lo sacó de encima.

 

“Desde el punto de vista jurídico funciona el principio de inocencia y hasta que no se demuestre lo contrario, se presume su inocencia. Y desde el punto de vista político también. Podes juzgarlo, te puede gustar más o menos, te puede resultar éticamente incómodo, pero desde el punto de vista jurídico funciona el principio de inocencia y mientras el principio constitucional funcione, el doctor Juan Carlos Tierno está en condiciones legales para asumir sus funciones y el gobernador Verna tomó esa decisión que yo respeto y gran parte de la sociedad respeta. Por supuesto que también son respetables algunas críticas que hacen algunos sectores y que las entiendo, pero comprendo la decisión política del gobernador. Veremos con el correr del tiempo y de las decisiones que se vayan tomando si corresponde o no hacer una crítica al respecto”.


Es cierto que un condenado en primera instancia puede gozar del principio de inocencia y que desde el punto de vista legal podría entenderse su designación, aunque lo legal –como está demostrado hasta el hartazgo- no siempre es legítimo. Mucho menos en este caso, aún cuando –como argumenta Fernández- Tierno tiene una importante adhesión en su modo de entender la seguridad.

 

Poner como argumento los votos que el condenado ha obtenido cada vez que se postuló (ha ido de mayor a menor) no sirve para justificar lo injustificable.

 

Personajes como Tierno (y aún peores) siempre han encontrado voluntades dispuestas a entregarles su voto, desde Hitler y Mussolini al genocida Bussi o a políticos sin escrúpulos como Carlos Menem en dos oportunidades y Mauricio Macri por estas horas.

 

Y si de adhesiones se trata, todavía encontramos en nuestra sociedad sectores que reivindican el crimen y la tortura, el robo de niños y otras atrocidades que ofenden la condición humana.

 

Ningún testimonio tan claro como la inclusión de las imágenes de los dictadores genocidas en la página oficial que la Casa Rosada ofrece por Internet junto a los presidentes constitucionales.

 

En el prontuario de Tierno se incluyen su condición de golpeador y torturador de mujeres, los apremios ilegales en comisarías cuando la policía estaba bajo su mando, la sistemática persecución a sus disidentes y a periodistas con demandas judiciales y pedidos de censura y los reiterados abusos de poder y hechos de corrupción como su enriquecimiento y la compra de un campo siendo director del Banco de La Pampa.

 

Por más que el fallo de primera instancia no haya sido confirmado, existían y existen otras razones por las que debió haberse evitado su designación como ministro de Seguridad. Una de ellas, la ética.

 

No es, como dice Fernández, que la presencia de Tierno puede resultar éticamente incómoda. Es éticamente inmoral.

 

Nadie puede negar el espíritu que animó a los legisladores que establecieron el principio de inocencia. Lo malo es cuando el principio de inocencia se hace crónico y la inocencia se prolonga infinitamente para proteger a los poderosos.

 

Y si ese atajo no alcanza, y tampoco es suficiente con la Banelco, ahí están las cautelares de uso múltiple que tanto sirven para frenar leyes como para imponer presidentes que no han pasado por el veredicto de las urnas.

 

Para los débiles, en cambio, lo que generalmente se aplica es el principio de culpabilidad.

 

Hace más de treinta años que Tierno viene cometiendo todo tipo de fechorías. Siempre zafó por la protección que le dio el poder político y judicial.

 

Cuando recibió una condena, como ocurrió en diciembre de 2014, apareció en escena el principio de inocencia y por eso ha podido volver al mismo lugar desde donde fue expulsado por el mismo que lo convocó en nombre del diálogo y el consenso.

 

Por haber permanecido en pie durante más de treinta años con semejante prontuario, Tierno ha batido un récord que lo convierte en el rey de la impunidad. Carlos Verna lo acaba de coronar.

 

(La fotografía que ilustra este artículo fue publicada en la revista El Fisgón)