Un plato frío

Por Juan Carlos Martínez

 

Debe haber muy pocos casos en el mundo regido por el estado de derecho en el que un funcionario público despedido en dos oportunidades por cometer graves delitos en ejercicio del cargo conferido (de un tercero zafó porque el poder político y judicial le dieron protección), vuelva a ser convocado por los mismos que lo despidieron. Menos aún cuando ese funcionario ha sido procesado, condenado e inhabilitado por los jueces de la Constitución.

 

El caso de Juan Carlos Tierno podría ser incluido en el Guinness World Records, aunque semejante distinción no hablaría nada bien de la Argentina en general, de La Pampa en particular y del propio elegido.

 

Podrá decirse que el regreso de Tierno en el contexto en que se produce pasa casi inadvertido frente a la carga que llevan sobre sus espaldas Mauricio Macri, el electo presidente de la república y la mayoría de los integrantes de su gabinete que están a punto de asumir sus funciones: unos procesados y otros condenados por diferentes delitos.

 

Hay que agregar -y no es un dato menor- que varios de ellos están ligados a grupos que manejarán los hilos de la economía transitando por los caminos del neoliberalismo, en tanto la ubicación del país en el mundo responderá a las directivas de los Estados Unidos. O sea, regresaremos a las relaciones carnales inauguradas por Menem en los noventa.

 

Pero no se trata de aplicar el viejo razonamiento de mal de muchos, consuelo de tontos. Tierno es un golpeador y torturador de mujeres impune, un hombre que extendió la mano dura a la propia sociedad que gobernaba, es el responsable del notable incremento de las torturas en las comisarías y de reiterados abusos de autoridad, de la persecución a periodistas que denunciaron sus tropelías cometidas en todas y cada una de las funciones públicas que le fueron confiadas, además de las marcas que dejó en el universo de la corrupción política.

 

¿Y Verna? El electo gobernador es el mismo que se lo sacó de encima por temor a ser arrastrado cuando las torturas en las comisarías pampeanas habían encendido las luces de alarma en todo el país y estaba en riesgo su propia continuidad en el cargo.

 

Además de ese aberrante antecedente, el regreso del golpeador está atado a la devolución de favores y a la continuidad de los pactos que al mejor estilo mafioso vienen suscribiendo desde 1983 Marin, Verna y Tierno.

 

La decisión de Verna es una burla a los jueces que condenaron e inhabilitaron a Tierno, un golpe bajo a las mujeres que luchan contra la violencia de género y todo un desafío a la sociedad que se movilizó hace ocho años para frenar sus locuras al frente de la municipalidad de Santa Rosa.

 

¿Una forma de vengarse de la adversidad política que Verna siempre ha encontrado en la capital de La Pampa?

 

Un viejo proverbio dice que “la venganza es un plato que se sirve frío”.

 

Tan frío como el que lo sirve.

 

(La foto es de El Diario de La Pampa)