Prohibido girar a la izquierda

Por Juan Carlos Martínez

 

El título de la nota que el lector ha comenzado a leer no tiene nada que ver con una de las normas que regulan el tránsito de automotores. Lo que está prohibido en la Argentina es el giro político hacia la izquierda. Apresurémonos a aclarar que no hay norma o ley que prohíba transitar ideológicamente por ese lateral. Pero como el poder real ha estado desde siempre en manos de la derecha o de quienes son funcionales a ella, nunca ha sido fácil avanzar por la izquierda. No porque esté prohibido explícitamente sino porque nos hemos formado en el marco de una cultura política que coloca a las personas que profesan esa ideología con distintos rótulos descalificatorios. O sea, que se trata de algo instalado en el subconsciente de nuestra formación cívica.

 

“Es una buena persona, lástima que es de izquierda” es una de las tantas reflexiones que hemos escuchado en todo tiempo y lugar.

 

Durante la dictadura, el rótulo rojo era, en la mayoría de los casos, un pasaporte a la muerte. La mayoría de las víctimas del terrorismo de Estado en La Pampa fueron denunciadas por zurdos o trapos rojos por el doble padrino delator.

 

Hasta el obispo brasileño Helder Cámara solía repetir un ejemplo muy ilustrativo sobre esa rotulación. "Si hablo de los hambrientos, todos me llaman cristiano; si hablo de las causas del hambre, me llaman comunista". Pero, claro, la postura de Cámara, a quien se identificaba como un cura rojo, no era ni es la que sostiene la Iglesia Católica con respecto a las personas de izquierda.

 

“No se dejen llevar por lo que dicen los zurdos” sentenció hace unos días el papa Francisco, nuestro conocido Jorge Bergoglio, quien no ha tenido reparo alguno en asumir el papel de cazador de brujas al mejor estilo macartista. Tener ideas de izquierda, participar o simpatizar con ellas siempre ha sido riesgoso en cualquier lugar del planeta. Ni siquiera cuando un hombre de izquierda como Salvador Allende que llegó al poder por la vía de las urnas, fue admitido por la intolerancia de la derecha “civilizada” o por la derecha salvaje. En los países donde el fascismo ha echado hondas raíces, sigue siendo riesgoso llevar sobre las espaldas el sello rojo como ideología.

 

En ese contexto, vivirá con menos sobresaltos alguien que exalte la figura del genocida Videla que aquel que coloque al Che Guevara en la galería de los grandes hombres que parió la Argentina. En las elecciones del 25 de octubre, millones de argentinos ratificaron la prohibición de girar a la izquierda.

 

Así nos irá.