Dinero

Por Juan Carlos Martínez

 

En la sociedad de consumo en la que vivimos el éxito no se mide por los valores del espíritu sino por la materia que cada uno posee. Hace unos años, un humilde albañil paraguayo ganó el PRODE. Era mucha plata. Cuando los diarios publicaron la noticia, el directorio del Banco de la Nación en pleno se reunió con el hombre al que el azar lo trasladó de un salto de la pobreza franciscana a la galería de los nuevos ricos. Los banqueros lo recibieron con bombos y platillos. No por lo que humanamente era el hombre (cosa secundaria en un mundo desalmado por el frío materialismo) sino por la montaña de plata que había ganado.

 

Tanto tienes, tanto vales. Una vez más, el éxito estuvo representado por el dinero que antes y ahora y por mucho tiempo más seguirá siendo el pasaporte a la fama. En verdad, muy pocas personas que actualmente aparecen en los medios de comunicación son elevadas a la categoría de los famosos por sus virtudes humanas, por sus aportes a la ciencia, a la cultura, a la educación, a la paz, a la libertad.

 

Sin dinero no hay fama que valga. Como dice el tango,… que la fama es puro cuento, andando mal y sin vento… todo, todo se acabó…

 

Hasta los niños repiten lo que ven en la tele o lo que escuchan de sus mayores: “¿Viste cuánto gana Messi”? Esos chicos sueñan con ser como el diez argentino, no por los malabares que hace con la pelota sino por los millones de euros que embolsa. Dinero, mucho dinero.

 

Lo dijo Quevedo hace tiempo y allá lejos: “Poderoso caballero es don dinero”. Cuatrocientos años después, el dinero mueve montañas, siembra muerte y destrucción con las guerras que no cesan, degrada la condición humana, esclaviza y somete al hombre, multiplica la riqueza de los ricos y aumenta en la misma proporción la pobreza y el hambre de los pobres. Cuando el espíritu humano esté por encima de la materia recién entonces el hombre le dará sentido a la vida y la vida tendrá sentido.