Exhumación

Por Juan Carlos Martínez
Aunque muchos se resisten a llamarlo por su nombre (de ahí deviene el innombrable) todavía quedan en la Argentina no pocos nostálgicos de Carlos Menem. Es decir, de la década de los noventa, cuando el neoliberalismo sentó sus bases para que el dios mercado nos hiciera tan felices y prósperos de la mano del hombre que pidió a los argentinos que lo siguieran con la solemne promesa de no defraudarlos.
Entre los que siguen amando a Menem están los que acaban de anunciar que en Anillaco, su pueblo natal, se levantará un monumento de veinte metros para perpetuar en el bronce y el mármol la figura de aquel aventurero sin escrúpulos que encabezó el ciclo de mayor corrupción política de la historia argentina.
Aunque tardíamente y no por todo el daño que le hizo a su país, Menem acaba de ser condenado a siete años de prisión efectiva por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador.
Si la impunidad no hubiese sido su aliada, por estas horas Menem estaría contemplando el mundo desde la cárcel por delitos tanto o más graves que el de contrabandear armas.
Sin embargo, ni siquiera el denso prontuario acumulado por el riojano ha impedido que algunos de los que compartieron el festín de los noventa sigan expresando su admiración por el personaje.
Hace unos días, Daniel Scioli, uno de sus alumnos, no ocultó su admiración por Menem a quien recordó con el cariño que suelen expresar los alumnos por sus maestros.
Rubén Marín, otro de sus discípulos que en La Pampa sembró menemismo por toda su geografía, siempre que habla del riojano no ahorra palabras de elogio hacia su viejo maestro.
“Yo lo voto a Menem, es el único que asegura la gobernabilidad. Menem tiene probadas condiciones de liderazgo para reordenar el país y unificar al peronismo” es una de las célebres lisonjas que el pampeano le ha dedicado al presidente de las privatizaciones, del indulto a los genocidas y del remate de las joyas de la abuela.
Sobre el fin de la primera semana de septiembre, Marín viajó a La Plata para encontrarse con Daniel Scioli, número puesto para ganar las elecciones de octubre, según coinciden la mayoría de los encuestadores.
Fiel a su inveterado oportunismo, Marín se apresuró a ofrecerle a Scioli todo el apoyo del PJ pampeano que preside para su futura gestión presidencial.
Obviamente, el hombre que manejó el PJ con Menem presidente debe haber llevado el visto bueno de Carlos Verna, cuya admiración por el riojano también ha quedado registrada en crónicas periodísticas y en aquellos que no han perdido la memoria.
“Soy una persona agradecida y Menem le dio mucho a La Pampa. Menem hizo mucho por mi provincia y por lo tanto mi obligación como peronista era apoyarlo”, deslizó Verna como para que nadie dudara que en el aplauso al riojano iba implícita su opinión con respecto a las políticas neoliberales de los noventa.
La crónica difundida sobre el encuentro de Marín con Scioli no lo dice, pero seguro que en una charla entre dos menemistas no puede haber estado ausente el recuerdo del viejo maestro, un cadáver político que sus discípulos tratan de mantener con vida exhumando de tanto en tanto sus restos.