Chovinismo

Por Juan Carlos Martínez


Cuando arreciaban las críticas provenientes del exterior hacia los militares que gobernaban la Argentina, uno de los argumentos más usados por los dictadores incluía el lenguaje habitual de los chovinistas.

 

"Los ataques son contra el país… se quiere dañar la imagen de la Argentina en el exterior", repetía la monserga castrense.

 

Había que despertar ese sentimiento exacerbado que prevalece sobre lo racional y de esa manera involucrar a amplios sectores de la sociedad como víctimas de un ataque supuestamente injusto y despiadado.

 

De esa manera, el chovinismo servía para ocultar el contenido de aquellas críticas que apuntaban a los responsables de la tragedia, que no era el país sino los que se habían apropiado de él.

 

En la Argentina el chovismo también suele aparecer en el lenguaje político cuando no hay manera de explicar o justificar ciertas conductas y comportamientos. O para despertar un sentimiento de pertenencia territorial agitando el fantasma de las intromisiones.

 

Rubén Marín y Carlos Verna han apelado a la teoría chovinista, esto es, la confabulación exterior partidaria que pretende, según su razonamiento, inmiscuirse en los asuntos que sólo deben resolverse en La Pampa y por los pampeanos.

 

"Que no nos vengan a decir de afuera qué es lo que tenemos que hacer los pampeanos… nosotros respondemos al pueblo de La Pampa no a la Casa Rosada" ha sido el repetido eslogan de campaña en boca de Marín y Verna.

 

Pareciera que se trata de un sensato argumento fundado en el tan vapuleado espíritu federalista, pero a poco que uno indague en la historia de quienes lo sostienen, se llega a la conclusión de estar frente a un mero gesto de dos oportunistas.

 

Durante sus gestiones como gobernadores o como legisladores nacionales, ni Marín ni Verna dejaron de ser dependientes del poder central, particularmente cuando Carlos Menem y Domingo Cavallo gerenciaban los intereses del poder económico cuyas órdenes llegaban desde los más remotos lugares del planeta..

 

Los ahora defensores de la soberanía política de los pampeanos han sido los más obedientes ejecutores de decisiones que se tomaban fuera de los límites de La Pampa y de espaldas al interés de sus habitantes.

 

El propio Marín confesó en su momento que en la época de Menem "para salvar al país, nosotros tuvimos que arreglar con Bunge y Borg, con los liberales". Es decir, con los mismos que se quedaron con el país que Menem les entregó como emblema de una de las mayores traiciones a la patria.

 

Verna, el otro defensor de la autonomía y de los intereses de los pampeanos frente a cualquier intromisión foránea, solía viajar al Fondo Monetario integrando la comitiva oficial cuando Roque Fernández presidia el Banco Central y los serviles criollos se arrodillaban ante el dios mercado.

 

Nadie recuerda que para hacer esas gestiones ni otras que hizo a favor de los banqueros haya consultado a los pampeanos.

 

La agitación de fantasmas por parte de Marín y Verna es un mero juego de palabras al que recurren convencidos de que el lenguaje chovinista sumará más voluntades a su favor y fortalecerá la permanencia de ambos en el feudo que se disputan desde hace más de treinta años.