Lenguaje

Por Juan Carlos Martínez

Es increíble la forma en que algunos de-formadores de opinión utilizan el lenguaje para presentarnos la realidad. La que vivimos en casa y en casa de nuestros vecinos. Muchos de ellos son los mismos que durante los años de plomo emplearon un lenguaje particular para convencernos de que vivíamos en el paraíso y no en el infierno.

A la dictadura llamaban gobierno militar.

Al genocida Videla le decían señor presidente.

Al genocidio lo presentaban como una guerra.

A los fusilamientos los catalogaban de enfrentamientos.

A las personas secuestradas las ubicaban viajando por Europa.

A los campos de concentración los convertían en centros de recuperación.

A las torturas y a los crímenes los calificaban de excesos.

A los apropiadores de niños los presentaban como padres adoptivos.

El lenguaje sigue siendo una herramienta apropiada para cambiar el ángulo de la realidad o para influir en la opinión de quienes leen medios gráficos, escuchan radio o miran televisión.

Lo que está ocurriendo por estas horas en Venezuela viene a confirmar la intencionalidad que tienen esos medios al utilizar un lenguaje distorsivo con el claro propósito de confundir a la opinión pública llamando gato a la liebre.

Al servicio de esta campaña están los grandes medios de comunicación de todo el mundo. Han globalizado el engaño y la mentira.

Los titulares de hoy en los dos diarios argentinos de mayor circulación (Clarín y La Nación) están en sintonía con la escandalosa manipulación en marcha dirigida a convertir a la víctima en victimario y al victimario en víctima.

“Está preso un líder opositor en Venezuela” dice Clarín en el titular de tapa que acompaña la foto de Leopoldo López.

“Más tensión en Venezuela, detienen a un líder opositor” dice La Nación en uno de los titulares de primera página.

O sea, que al líder del golpismo lo identifican como líder opositor, de modo que no sólo están presentando al lobo como cordero sino que explícitamente están avalando la vía antidemocrática elegida por López para terminar con un gobierno elegido democráticamente a través del voto popular.

Como diría Esopo en una de sus fábulas, la lengua puede servir para expresar tanto las grandes virtudes como las grandes miserias humanas.