¿De la paz o de la guerra?

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Por Juan Carlos Martínez

Alfred Nobel pasó buena parte de su vida sumergido en el universo de las investigaciones científicas.

Fue el inventor de la dinamita y de otros explosivos que sirvieron como herramientas en el campo de la construcción, la minería y la ingeniería.

Pero esos mismos instrumentos también sirvieron y todavía sirven para destruir lo que el hombre construye.

Nobel amasó una inmensa fortuna y en un momento de su vida se planteó en él un complejo de culpa por el inmenso daño que sus inventos le ocasionaron a la humanidad.

Por eso en 1900 creó una entidad filantrópica -la Fundación Nobel- con la finalidad de premiar a las personas que mayor aporte hubieran hecho en favor de la humanidad en los campos de la física, química, literatura y la paz mundial.

Sobre los cimientos de la destrucción y la muerte, Nobel trató de crear la cultura de la paz.

La idea de Nobel -tardía pero noble al fin- era la de un mundo que apostara a la vida sobre la muerte.

Pero está visto que las distinciones no modifican para nada el espíritu guerrero que anida en la conciencia de algunos hombres que han recibido el máximo galardón pacifista.

Barak Obama es uno de ellos.

Nos habla de la paz, pero se prepara para la guerra.

La inminente invasión a Siria crea en él una contradicción inexplicable.

Por eso la pregunta:

¿Símbolo de la paz o de la guerra?