El Papa habla para los pobres desde lo más profundo del sistema capitalista

Por Juan Carlos Martínez

Es más que evidente que Francisco I llegó a la máxima jerarquía de la Iglesia Católica con la misión expresa de modificar la imagen que irradia la milenaria institución ante los ojos del Mundo. La imagen de riqueza y opulencia que contrasta con los niveles de creciente pobreza en la que están inmersos millones de personas a lo largo y a la ancho del planeta Tierra.
Por eso es que el discurso del nuevo Papa se parece más al de un político en campaña electoral que al del hombre que tiene la misión de marcar el camino de la fe a quienes pertenecen a la religión católica, apostólica, romana.

Francisco I (Jorge Bergoglio para muchos argentinos) no llegó al trono de Pedro para transitar por las rojas alfombras de ese monumento arquitectónico que atesora obras de arte de incalculable valor y que guarda entre el oro y el mármol uno de los tesoros más grandes del mundo.

Llegó no sólo para aggiornar esa imagen negativa. Llegó para cumplir un objetivo político que en el fondo tiene mucho que ver con los intereses de los grandes grupos económicos con Estados Unidos a la vanguardia, preocupados por algunos síntomas de cambios que se están produciendo en este continente y que pueden poner en riesgo el statu quo vigente.

Para decirlo con mayor claridad, todo lo que no esté en sintonía con el sistema capitalista del cual la Iglesia Católica forma parte activa debe ser controlado y obstaculizado y si eso no alcanzara, aniquilado con métodos persuasivos o con el uso de la fuerza.

No hay que olvidar que las guerras se hacen en nombre de la paz y que no son pocos los que matan en nombre de Dios y de la vida.

"No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio" sentenció el Papa en el marco de un discurso persuasivo con una buena dosis de demagogia.

Pero Bergoglio sabe que además del Evangelio, lo que están esperando millones de pobres, marginados y excluidos es algo más que la palabra evangelizadora transmitida por quienes como él hablan para los pobres pero trabajan para los ricos.

La insistencia del Papa por difundir los principios del Evangelio y los valores del espíritu sobre la materia contradicen la realidad que vive la Iglesia como integrante de poderosos grupos económicos.

Información a la que fácilmente puede accederse por Internet son reveladoras de las actividades económico-financieras del Vaticano. Una de las listas más actualizadas de las empresas que tiene a la Iglesia Católica como propietaria o accionista incluye las más variadas actividades que van desde la fábrica de pastas a la fábrica de armamentos, desde el usurero negocio de los bancos a la caridad con dineros ajenos o desde la fábrica de automóviles a la fábrica de calzoncillos.

Las contradicciones entre lo que predica y entre lo que hace la Iglesia Católica son harto conocidas. Están en las páginas indelebles de la historia, desde la Inquisición hasta su complicidad en el exterminio provocado por el nazismo pasando por el permanente apoyo que la Iglesia ha brindado a cuanta dictadura hubo en la tierra. Unas veces con la palabra, otras veces con el silencio.

Los esfuerzos que está haciendo Bergoglio en su nuevo rol como mensajero del Evangelio colisionan con la realidad que la propia Iglesia ayuda a construir en un mundo dominado por el sistema capitalista.

Hablar de los valores espirituales sin renunciar a lo material constituye una contradicción cargada de hipocresía.
Lo que sigue es un testimonio de esa realidad que ningún discurso puede ocultar.

BANCOS

Banco Di Roma, Banco Dil Santo Spíritu, Crédito Centrale Di Lazio, 1era. Centrale di Crédito, Banco Católico Veneto, Banco Comerciale Italiano,
Cassa di Risparmio di Roma, 1er. Bancario Italiano.

ORO DEPOSITADO EN:
Credit Suisse (Génova), Hambros Bank (Londres), Morgan Bank (N.Y.)

EMPRESAS
Alitalia, Instituto Opere Religiose, Sogene (Constructora), Montecatini, Selt-Vaticano, Olivetti, Ferrosmatto, Vittorio Olcelse (Textiles), Sanitplastica, Shell, New York Time, Canal Fox, Lancia (Automóviles), Franco Tosi, Soc. Italiana Peril, SAMA, Grupo Pesenti (Cemento), Progredi, Pibigas, Pantanella (Pastas), Efim, Rca Víctor, SME (Financiera),1er. Romano de Beni Stabili Invest, Cisa-Viscosa, Vianini (Constructora), Antonio Biondi (pastas), Condotte D'Aqua (constructora), Hilton Di Roma (Hotel)

MAS ACCIONES EN:
General Motors, Betlehem Steele, Bankers Trust Co., Gulf Oil, Shell, Fiat, General Electric, Casino de Montecarlo, Beretta, TWA, Chase Manhattan Bank, Rostchild Bank.

EN LA ARGENTINA
Los bienes materiales que posee la Iglesia Católica en la Argentina son cuantiosos. Iglesias, parroquias, centros educativos y de esparcimiento a lo que se suma la eximición de impuestos, los salarios que el Estado paga a los integrantes del clero junto con los millonarios subsidios que destina a la educación en los distintos niveles donde se incluye la enseñanza obligatoria de la religión católica. Todo ello en el marco del artículo segundo de la Constitución Nacional que establece que el Estado debe sostener económicamente a la Iglesia Católica. Ese texto determina, además, que el presidente de la república tiene que profesar la religión católica, un requisito que no sólo es discriminatorio con respecto al resto de los cultos - incluído el ateísmo- sino que contradice la letra y el espíritu del principio constitucional que declara la igualdad ante la ley.

Datos no actualizados ilustran sobre los dineros que el Estado destina a la Iglesia Católica: 34 millones anuales en forma directa; los obispos cobraban en 2010 entre doce y trece mil pesos; un prelado se jubilaba con 11.400 pesos cuando el haber mínimo jubilatorio para un trabajador era entonces de 1.046 pesos, mientras hoy el haber mínimo de un trabajador en actividad es de 3.600 pesos.

Una cifra estimativa eleva entre 2.000 y 2.500 millones de pesos lo que el Estado destina a los colegios religiosos en todo el país.

Cuando el nuevo Papa sugiere un estado laico, la Iglesia debería renunciar a todos los privilegios que recibe del erario.

La libertad de cultos se desnaturaliza cuando el Estado sostiene económicamente sólo a uno de ellos.

Lo dicho no debe interpretarse como un cuestionamiento ni una ofensa a la fe de las personas que en todo el mundo profesan la religión católica o cualquiera de las otras religiones, tan respetables como la de quienes son agnósticos en esa materia.