Periodismo amarillo
Por Juan Carlos Martínez
Una regla de oro del periodista consiste en verificar los datos reunidos para la información que ofrece a sus lectores, oyentes o televidentes, es decir, al medio que utiliza para su tarea.
Cuando esa regla no se cumple, el periodista se expone a erosionar o perder el más caro patrimonio que tiene, que es su credibilidad.
Porque una cosa es el error al que todo humano es proclive y otra muy distinta es la falta de rigor a la hora de elaborar una noticia o un comentario, mucho más cuando se trata de emitir juicios de valor.
El introito viene a cuento a raíz de una información que difundió el diario Perfil en su edición de hoy sobre una causa que tiene a su cargo la jueza federal Sandra Arroyo Salgado (foto).
La mención a la jueza de San Isidro se incluye dentro de la crónica que el diario dedicó al desaparecido fiscal Antonio Nisman, ex pareja de Arroyo Salgado, ambos progenitores de dos chicas adolescentes.
Entre las menciones a Arroyo Salgado, el diario dice que “su nombre resonó en los medios en 2010, cuando ordenó que se les sacara ADN a los hermanos Noble Herrera, hijos adoptivos de la dueña de Clarín, con o sin consentimiento. Ella llevó a cabo todo el proceso hasta que se determinó que Marcela y Felipe no eran hijos de desaparecidos".
No es cierto que se haya determinado que Marcela y Felipe no son hijos de desaparecidos, porque el cotejo de las muestras de sangre se hizo con los 246 registros que existían entonces en el Banco Nacional de Datos Genéticos y se calcula que hay unos cuatrocientos de aquellos niños -hoy hombres y mujeres cercanos a los cuarenta años- que siguen ignorando su verdadera identidad como la ignoran los hijos apropiados por la viuda de Noble.
Un dato que Perfil ha omitido: la propia jueza Arroyo Salgado dispuso no cerrar la causa como pidieron los abogados de la dueña de Clarín, justamente respondiendo a una presentación que hizo el abogado y periodista Pablo Llonto fundando su petición en un artículo periodístico publicado por el autor de esta nota en El Diario de La Pampa el 24 de noviembre de 2013.
Por lo demás, es una falacia hablar de hijos adoptivos cuando está demostrado judicialmente que Ernestina Herrera de Noble se apropió de aquellas criaturas y por eso lleva sobre sus espaldas el estigma de apropiadora.
Esta forma muy habitual de hacer periodismo con tanta liviandad no sólo pone en juego la credibilidad de quienes lo ejercen de esa manera.
El costo lo paga la sociedad que se nutre de quienes utilizan los medios de comunicación con el claro propósito de tergiversar, manipular u ocultar la realidad.
Eso tiene un nombre: periodismo amarrillo.