La verdad histórica
Por Juan Carlos Martínez
El 12 de abril de 1995 el poeta Juan Gelman escribió en Página 12 una carta dirigida a su nieta o nieto nacida o nacido en cautiverio durante la dictadura militar.
En uno de los párrafos, Gelman decía: "Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978".
La precisión de los datos que recibió Gelman del sacerdote Cavalli le permitió al poeta argentino encaminar sus investigaciones por senderos seguros y de esa manera en el año 2000 pudo localizar y recuperar a su nieta Macarena, nacida en Uruguay donde su madre dio a luz después de haber sido trasladada desde Argentina.
La revelación que hizo Gelman hace casi veinte años vino a confirmar lo que desde un principio sabían las Abuelas de Plaza de Mayo acerca de la complicidad de la Iglesia con la dictadura sobre el destino de las víctimas del terrorismo de Estado, particularmente de los centenares de niños apropiados.
Marcelo Gelman y Claudia García, los padres de Macarena, estuvieron cautivos en Automotores Orletti, uno de los campos de concentración que funcionaron en el área metropolitana.
El centro clandestino, al que los represores bautizaron con el nombre de El Jardín, estaba ubicado frente a la estación Floresta, del Ferrocarril Sarmiento, y lindaba con el patio de una escuela.
Allí fueron confinadas las víctimas del Plan Cóndor- unas setecientas- de las cuales pocas pudieron sobrevivir a aquel centro de tortura y muerte.
El cuerpo cementado de Marcelo Gelman apareció años después en el interior de un tambor de aceite de doscientos litros en el lecho del río San Fernando. El muchacho presentaba un disparo de arma de fuego en el cráneo, en tanto Claudia fue trasladada a Uruguay donde dio a luz a Macarena en un centro clandestino en noviembre de 1976.
Una información tan precisa como la que tenía el Vaticano a menos de dos años del golpe del 24 de marzo de 1976 sólo podía obtenerse mediando un estrecho vínculo de complicidades entre los militares y los hombres de la Iglesia.
Eso es más que sabido. Lo dijeron las Abuelas desde que comenzaron a buscar a sus nietos y lo reiteraron cada vez que fue necesario contarle al mundo la verdad histórica.
Sobran testimonios y documentos que demuestran indubitablemente la participación de la Iglesia en el plan criminal pergañado por la dictadura, tal como lo calificó el tribunal que condenó a las Juntas en los primeros años de la recuperación de la democracia.
Desde siempre los organismos de Derechos Humanos sin excepción acusaron a la Iglesia Católica por su connivencia con el terrorismo de Estado. Incluso se sumaron a esas críticas hombres de su propio riñón, como Emilio Mignone, autor del libro Iglesia y Dictadura o el Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien fue portador en 1982 de un dossier con la nómina y las fotografías de 84 niños apropiados que recibió en mano y de muy mala gana el entonces Papa Juan Pablo II.
"Usted también debería ocuparse de los niños del comunismo" le dijo el Papa en el más crudo lenguaje maccartista.
"Los niños no tienen ideología" le respondió el Nóbel de la Paz.
Aquellos documentos habían sido enviados en tres oportunidades por distintas vías pero nunca fueron respondidos por la Santa Sede.
Obviamente, las Abuelas no dejaron de referirse al papel de la Iglesia como parte del aparato represivo de la dictadura a través de incontables documentos y repetidos pedidos de ayuda, pero el silencio fue la invariable respuesta.
Las principales caras visibles de aquella connivencia fueron los curas Cristinan von Wernich, condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad, y Emilio Graselli, todavía sometido a proceso judicial por los mismos delitos.
La lista de complicidades no se agota en esos nombres.
Con respecto a Jorge Bergoglio, lo que la historia registra de él lo ubica más cerca de los victimarios que de las víctimas. Dejó librados a su suerte a los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics y se lavó olímpicamente las manos en el caso de la nieta de Licha de la Cuadra.
Bergoglio conocía al dedillo lo que había ocurrido durante el terrorismo de Estado, particularmente con los niños apropiados, pero cuando dio testimonio en la causa del plan sistemático del robo de bebés dijo que se había enterado de semejante atrocidad recién en el juicio a las Juntas Militares.
Con aquella mentira Bergoglio trató de ocultar su desinterés en la búsqueda de Ana Libertad, la última nieta recuperada, cuyos familiares llegaron a él en demanda de ayuda.
No debe ser nada fácil para un Papa responderle a Dios cuando le pregunte por qué no cumplió con aquel mandamiento que ordena no mentir.
MEMORIA Y OLVIDO
Cuando se conoció que Jorge Bergoglio había sido elegido Papa, la actual presidenta de Abuelas no se anduvo con vueltas: "Bergoglio pertenece a una Iglesia que oscureció al país porque su jerarquía fue partícipe, cómplice y ocultadora, directa o indirectamente. Le damos un voto de confianza pero no olvidamos esa nube negra que todavía está sobre Bergoglio" disparó Estela de Carlotto continuando con la mirada crítica que el organismo de derechos humanos venía sosteniendo desde su creación el 21 de noviembre de 1977.
Sin embargo, aquella mirada se fue obnubilando y lo que antes eran sólo sombras poco a poco se fue convirtiendo en irradiante luz.
"Algo se está moviendo" dijo más tarde como anticipo del cambio de opinión que sugerían sus palabras.
Diametralmente distinta fue entonces la opinión de Chicha Mariani: "No espero nada de él porque jamás olvidaré el rechazo de la Iglesia a tantas peticiones recibidas de Madres y Abuelas pidiendo saber de sus hijos" dijo la fundadora y primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, una de las tantas mujeres que recorrieron un largo y vano peregrinaje en busca de la ayuda de la Iglesia.
"Que sea Papa no lo salva de nada. A pesar de Bergoglio, Ana Libertad está acá" dijo Estela de la Cuadra, tía de la última nieta recuperada.
Sobre el papel de la Iglesia durante la dictadura, la hija de Licha de la Cuadra opinó descarnadamente: "No es que la Iglesia no ayudó. Fue parte. La Iglesia es la que brindó el andamiaje ideológico y moral a los genocidas. Esto está ventilado hasta el cansancio. No es pasividad: contuvieron y alentaron todas las prácticas genocidas".
ACERCAMIENTO
El abrupto cambio de opinión de Estela de Carlotto con respecto a Jorge Bergoglio lo oficializó la presidenta de Abuelas el 6 de noviembre pasado en su nueva visita al Vaticano, esta vez junto a su nieto Ignacio Guido recientemente recuperado y al resto de su familia.
"Fue un error vincular a Bergoglio con la dictadura militar" dijo Carlotto luego de la entrevista, y trascartón agregó: "Como cristiana, si uno se equivoca tiene que reconocerlo y si es necesario pedir perdón también. Si bien yo no pido perdón, sino simplemente me estaban informando mal desde sectores que yo creía que eran serios… luego salen sectores que informan la verdad y uno rectifica el pensamiento", sostuvo Carlotto.
Días antes de su encuentro con el Papa, la presidenta y la vicepresidenta de Abuelas habían participado en un spot junto al presidente de la Comisión Episcopal, José María Arancedo.
En ese anticipo de la mutación en cierne, profusamente difundido por los medios de comunicación, Arancedo lanzó una exhortación dirigida a los católicos que pudieran tener información sobre el destino de aquellos niños robados durante la dictadura.
Les pedía que esa información la brindaran a fin de contribuir a la recuperación de los nietos que las Abuelas están buscando desde que la dictadura puso en marcha el plan sistemático del robo de bebés.
Como ya se ha dicho, es más que evidente que el objetivo de la Iglesia no es otro que el de seguir ocultando su participación en aquella espantosa experiencia que significó la apropiación de niños, cargando su propia responsabilidad en terceras personas como si nadie supiera que buena parte de la información sobre el destino de los chicos apropiados la guarda el Vaticano en sus prolijos archivos.
El tardío anuncio del Papa ofreciendo esos archivos para ayudar en la búsqueda de aquellos niños apropiados puede contribuir de manera decisiva a develar secretos que el Vaticano guarda desde que la dictadura militar puso en marcha la apropiación de aquellas criaturas.
Sin embargo, surgen algunos interrogantes. Por ejemplo: ¿La información será total o será selectiva? ¿Francisco I entregará los documentos que comprometen a Bergoglio por no haber hecho lo suficiente para ayudar a la familia De la Cuadra en el caso de Ana Libertad?
Otra pregunta: Bergoglio mintió cuando dijo que se había enterado de la apropiación de niños durante el juicio a las Juntas, ¿será acusado por falso testimonio?
Queda por decir que un acto protocolar como el que protagonizaron Estela de Carlotto y su familia con Francisco I no puede cerrar las cuentas pendientes que la Iglesia y el mismo Jorge Bergoglio todavía no han saldado.
Que alguien diga que aquella mirada crítica que mantuvo en casi cuatro décadas sobre la conducta de Bergoglio fue producto de la mala información que recibió de personas que parecían serias y confiables es un atajo que no resiste el menor análisis.
Es, también, una afrenta hacia quienes como Horacio Verbitsky han investigado con absoluto rigor y honestidad intelectual ese doloroso capítulo de nuestra historia y una inmerecida ofensa a quienes han sido víctimas de las atrocidades que la dictadura cometió contra hombres, mujeres y niños mientras la Iglesia Católica -el actual Papa incluido- apoyaba, bendecía o silenciaba el genocidio.
La verdad histórica puede ocultarse, manipularse o tergiversarse.
Pero no puede borrarse.
Paparruchadas
Lo que sigue es parte del comentario dominical de Horacio Verbitsky en Página 12 (edición del 23 de noviembre) sobre la postura de la actual presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo en torno de Jorge Bergoglio.
Después de la audiencia con el Papa, Estela Carlotto dijo que "me estaban informando mal [sobre Bergoglio] desde sectores que creía que eran serios y después salieron sectores que informaron la verdad y me rectifiqué en el pensamiento". Aunque Carlotto no identificó quién le habría informado mal, la interpretación general fue que se refería a mis libros y artículos. No es así. A Estela le informé en detalle sobre el jefe del Ejército, César Milani, pero nunca tuvimos un diálogo acerca de Bergoglio. Quien sí le suministró datos concretos al respecto durante la propia dictadura fue Alicia de la Cuadra, fundadora y primera presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, cuya nieta Ana Soledad Baratti fue identificada y se reunió con su familia pocos días después del hallazgo e identificación del nieto de Estela. Lo dijo la propia Carlotto, a tres días de la elección del papa Francisco: "En el caso de Abuelas, tenemos una historia referida a Bergoglio con una familia platense, cuya hija embarazada desapareció y hubo noticias de que tuvo una niña en la comisaría 5ª de La Plata. Se fue a consultar a Bergoglio, Bergoglio mandó a consultar a un tercero y la respuesta que le dio a la familia es que 'no busquen más porque la niña está en buenas manos'. Eso lo declara la abuela, que ya falleció, lamentablemente", dijo Carlotto. La tía, Estela de la Cuadra, reiteró esa historia ante la Justicia: su padre llegó desesperado a Bergoglio con una carta del Superior jesuita Pedro Arrupe y Bergoglio lo remitio con unas líneas propias al entonces obispo auxiliar de La Plata Mario Picchi, quien hizo las gestiones ante la policía y el Ejército y respondió que cesaran la búsqueda, porque la niña había sido apropiada y sus padres no reaparecerían.
El 19 de septiembre de este año, Estela de la Cuadra fue entrevistada por el portal de noticias La izquierda diario:
-¿Qué le exigirías hoy a Bergoglio que haga, desde el lugar de máximo poder que ocupa, para aportar a la verdad y la justicia?
-Yo no tengo nada que pedirle. El aportó a oscurecer todo. Se encargó de ocultar sistemáticamente y de ser parte de ese manto que intentaron poner los militares. Yo lo que quiero es acceder a los archivos del Episcopado, del Vicariato Castrense y de todas y cada una de las instancias a las que podamos llegar -respondió.
También Graciela Yorio le escribió a Estela de Carlotto "desde el dolor que han causado en mi familia sus declaraciones y usted conoce el dolor de la búsqueda, de las puertas que se cierran, de la indiferencia de muchos, de la injusticia, de la impotencia". Agrega que la persona que tendría que responder por los padecimientos de su hermano, el sacerdote Orlando Yorio, secuestrado y torturado durante cinco meses en 1976, "tiene todo el poder necesario para callar muchas voces. Usted dice que la informaron mal. Yo me ofrezco a darle toda la información necesaria para que vea que no se equivocó, cuando pensaba que Bergoglio fue cómplice de la dictadura. Estoy a su disposición, no para que vuelva a cambiar de opinión, sino para que se dé cuenta de que nadie le dio informaciones erróneas".