¿Incendiarios o bomberos?
Por Juan Carlos Martínez
La edad no está en las canas ni en los años, decía Ingenieros. También decía que así como hay viejos que conservan su lozanía mental, hay jóvenes que agostan prematuramente.
O sea que el tiempo biológico nos es el que incide en las ideas sino que son las ideas las que marcan la edad mental de las personas.
No todos somos incendiarios a los veinte y bomberos a los cuarenta. Y así como hay personas cargadas de años que convierten sus ideas en enormes lenguas de fuego, hay jóvenes que apagan esas llamas con su frialdad ideológica.
Siempre que hablamos de renovar las cosas que nos rodean, pensamos -y pensamos bien- que son ellos, los jóvenes, los más indicados para los cambios que la vida nos reclama.
Pero si los jóvenes no hacen uso de ese vigor que les da su corto tiempo biológico para imponer sus ideales revolucionarios (hablamos de la revolución de las ideas, como pide Fidel) el mundo seguirá girando en círculo para volver al mismo lugar. Es decir, a ese mundo cada vez más violento, más injusto y más insolidario.
Las próximas elecciones han abierto un debate sobre el perfil de los candidatos en medio de negociaciones políticas que se realizan, generalmente, entre las cúpulas de los partidos, es decir, con métodos de escaso nivel democrático.
Y en un intercambio que se parece mucho a las transacciones que se hacen en la Bolsa de Valores donde lo que se cotiza no son ideas sino dineros.
En el universo político al que estamos asistiendo se impone aquello de tanto tienes, tanto vales (en este caso no son las acciones de las empresas sino los votos de la gente).
Es un juego donde todo está permitido (todo, menos las ideas) y por eso es que hay una mezcla de colores que los dirigentes no distinguen, unos porque son miopes, otros porque son daltónicos y los restantes porque han perdido la memoria. Y la vergüenza también.
Entre los postulantes de las organizaciones políticas aparecen personas de distintas edades, no pocas de ellas veteranos en estas lides que no son viejos por la acumulación de años sino porque a esta altura de sus vidas siguen siendo bomberos.
Y lo que necesitamos para transformar la realidad en la que estamos inmersos no son los que andan apagando incendios sino los que iluminan la vida con el fuego de sus ideas.