Banco Nacional de Datos Genéticos: la verdad histórica se puede ocultar, pero no borrar
Las Abuelas de Plaza de Mayo en los primeros años del retorno a la democracia en la casa de la calle Montevideo. El Índice de Abuelidad ya acompañaba la búsqueda de sus nietos.
Por Juan Carlos Martínez
El traslado del Banco Nacional de Datos Genéticos ordenado por una ley del Congreso dictada en 2009 se produce en medio de una fuerte disputa entre quienes lo apoyan y quienes se resisten al cambio.
Al margen de las razones y sinrazones que envuelven la discusión, hay una historia que transita por dos carriles: el ocultamiento y la tergiversación, la verdad y la mentira.
El propio ministro Lino Bariñao acaba de ofrecernos un dato por demás ilustrativo acerca de la falta de rigor histórico con el que se maneja en este tema.
Ha dicho y repetido que entre quienes resisten el traslado no hay personas que se encuentren afectadas por delitos de lesa humanidad como si ignorara que entre quienes han expresado sus objeciones se encuentran Chicha Mariani y Mirta Baravalle, dos de las mujeres fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo que todavía no han encontrado a sus nietos apropiados.
También está Elsa Pavón, abuela de Paula Logares, la primera nieta recuperada por vía genética gracias a los exámenes realizados en el Hospital Durand, el centro elegido para desarrollar el método que la ciencia descubrió para identificar a los niños que habían sido apropiados durante el terrorismo de Estado.
Cuando se hizo el histórico anuncio en la Sociedad para el Avance de las Ciencias, en Nueva York, en 1981, los científicos llamaron al nuevo método Índice de Abuelidad en homenaje a la lucha que las Abuelas habían emprendido para alcanzar el tan anhelado objetivo.
Al traslado del Banco se oponen otras personas insospechadas, entre ellas nietos recuperados, familiares de víctimas de la dictadura y otros sectores comprometidos con la defensa de los derechos humanos.
Para aventar cualquier suspicacia, hay que decir que la participación de algunos oportunistas en el reclamo no modifica ni erosiona las razones de quienes tienen suficiente autoridad moral para oponerse al desmantelamiento del Banco Nacional de Datos Genéticos que ha funcionado de manera impecable desde su creación en el Durand.
Es casi una burla que el ministro Bariñao omita esa parte de la historia de la que fueron principales protagonistas las Abuelas de Plaza de Mayo con Chicha Mariani a la cabeza de aquel largo peregrinaje por el mundo en demanda del método que ha permitido establecer el verdadero origen biológico de los ciento quince nietos recuperados hasta el día de hoy.
¿No cuenta la rica historia que tiene el Banco desde su fundación? ¿No vale nada el equipo humano que allí trabaja, desde sus directores hasta el último de los profesionales? ¿Por qué se minimiza, se desprecia o se desconoce lo que todos y cada uno de ellos ha brindado a un centro científico mundialmente reconocido?
El Banco Nacional de Datos Genéticos no sólo ha servido para identificar a personas que fueron apropiadas durante la dictadura. También ha sido una herramienta fundamental para establecer el verdadero origen biológico de personas que por diversas razones acudieron al Hospital Durand para aventar sus dudas acerca de sus identidades.
La nueva ley limita el acceso al BNDG sólo a quienes fueron despojados del derecho a la identidad entre 1976 y el 10 de diciembre de 1983, de modo que el Estado se libera de esa responsabilidad para dejarla en manos de laboratorios privados.
El proclamado fortalecimiento del Estado se desvanece frente a semejante contradicción.
Sería más que saludable que el gobierno escuche a todos por encima de cualquier otro interés -que los hay- sea político, económico o de otra naturaleza.
La verdad histórica se puede ocultar, pero no se la puede borrar.