Símbolos

Por Juan Carlos Martínez

 

Hace unos años, cuando se desarrollaba una audiencia vinculada al juicio de la Subzona 14, el juez Guillermo Gordo se dirigió a Nora Cortiñas para pedirle que se quitara el pañuelo blanco. La Madre de Plaza de Mayo (LF) se quitó el pañuelo para no interrumpir el acto. Más tarde, cuando se encontró con el magistrado, fuera de la sala, no dudó en reprocharle su actitud. “Usted nos hace quitar el pañuelo blanco, pero los militares van a los juicios con el uniforme manchado con la sangre de nuestros hijos”.

 

El juez Gordo, hijo de un general, no respondió al reproche pero hizo un gesto que decía más que mil palabras. Los que conocían al juez entendieron su silencio. Su suegra, la fallecida jueza Marta Delia Pons, fue autora de una espantosa reflexión sobre la apropiación de niños durante la dictadura: “Personalmente estoy convencida de que sus hijos eran terroristas. Para mí, terrorista es sinónimo de asesino. Y a los asesinos no pienso devolverles los hijos. Porque no sería justo hacerlo. Porque no sabrían criarlos y porque no tienen derecho tampoco a criarlos”.

 

Hablar del pañuelo blanco de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo es hablar de uno de los símbolos más caros al sentimiento humano, el emblema que con mayor autoridad representa la vida, la memoria, la verdad y la justicia.

 

Ese pañuelo fue el arma más temida por la dictadura, el que le quitaba el sueño a los militares y policías y a sus cómplices desde que las valientes mujeres comenzaron a dar vueltas en torno de la Pirámide de la Plaza de Mayo.

 

Ese pañuelo fue el símbolo que llegó a todos los rincones del planeta para denunciar las atrocidades que se estaban cometiendo en la Argentina del terrorismo de Estado.

 

Ese pañuelo es ya un símbolo universal, respetado en todo el mundo, venerado por su enorme significado ético y moral, admirado como emblema de amor y coraje.

 

¿Quién puede atreverse a convertir en cenizas el pañuelo blanco junto a la figura de una Madre de Plaza de Mayo?

 

Los que se atrevieron a semejante agravio, lejos de arrepentirse, justificaron su decisión tratando de poner en un mismo plano a un militar represor con una Madre.

 

Con todas las críticas que se le pueden hacer, Hebe de Bonafini no es igual a Milani.

 

Tampoco el uniforme militar es lo mismo que el pañuelo blanco de las Madres.

 

Grave error el de confundir los símbolos de la vida con los símbolos de la muerte.