La autoridad moral de Elisa Carrió
Por Juan Carlos Martínez
En tiempos de crisis de principios y valores, las personas que carecen de escrúpulos suelen presentarse como fiscales de sus semejantes. Como diría Discépolo en su siempre vigente Cambalache, los inmorales nos han igualado.
La diputada Elisa Carrió bien puede ser incluida en uno de esos personajes. Algunos hablan de un posible desequilibrio mental. De su eventual locura. Y como estaría loca, puede decir lo que se le antoje. Incluso enlodar a personas de bien como el juez Alejo Ramos Padilla.
Pero no es su locura la que impulsa el tono descalificador hacia un magistrado intachable, sino su perversidad. Y su compromiso con lo peor de lo peor, desde la sangrienta dictadura cívico-militar-clerical hasta su estrecha relación con el Grupo Clarín, particularmente con la fallecida Ernestina Herrera de Noble y con Héctor Magnetto, el actual cerebro del multimedio.
“Los hijos de la señora de Noble son nuestros hijos” había asegurado hace unos años, cuando se investigaba el origen biológico de Marcela y Felipe Noble Herrera, aquellos dos menores anotados como hijos propios durante el terrorismo de Estado a través de gravísimas irregularidades probadas judicialmente.
La relación con Magnetto también tiene que ver con la adopción de los dos hijos del hombre fuerte de Clarín, un trámite en el cual aparece involucrada Elisa Carrió, según puede leerse en mi libro La apropiadora, edición de agosto de 2017.
A la luz de estos antecedentes, no es extraño que la actual diputada quiera vincular políticamente a Ramos Padilla con el kirchnerismo, una forma de omitir la historia que el juez de Dolores registra como abogado de víctimas de la dictadura, especialmente en la causa que durante muchos años la tuvo a Chicha Mariani como querellante por la desaparición de su nieta Clara Anahí.
Cuando Carrió asume el papel de defensora de Carlos Stornelli asegurando que se trata de una maquinación política contra el hijo del teniente coronel Atilio Stornelli, interventor de Radio Belgrano durante la dictadura, no hace otra cosa que dejar a salvo la dudosa reputación del fiscal acusado de coimero y la de un militar de activa participación en el terrorismo de Estado.
Por todo eso es que uno no puede menos que poner en tela de juicio la autoridad moral de la diputada chaqueña para cuestionar a un juez digno como es Alejo Ramos Padilla.