Al borde de un abismo

Por Juan Carlos Martínez

 

Los que conocíamos el prontuario de Mauricio Macri sabíamos hacia donde iría el país en manos de un personaje de su calaña. Su paso por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires fue el más claro anticipo de lo que sería capaz de hacer como presidente. La derecha sabía que nadie mejor que su candidato para imponer por vía democrática el viejo y recalcitrante modelo conservador que en otros tiempos no muy lejanos había salido de los cuarteles.

 

El desprestigio que los militares alcanzaron con el terrorismo de Estado y la aventura de las Malvinas sugerían transitar por el camino de las urnas. La indumentaria democrática les allanaría el camino hacia la legalidad, aunque no siempre lo legal y lo legítimo sean compatibles. El cambio político no se produjo de la noche a la mañana. Estuvo precedido de un largo proceso que tuvo como objetivo central desprestigiar a todo movimiento popular, exaltar el individualismo sobre lo colectivo y cargar sobre las víctimas todas y cada una de las calamidades generadas por el propio sistema de dominio.

 

A la cabeza de esa campaña sistemática estuvieron y siguen estando los grandes medios de comunicación, maestros en el arte de engañar y distraer, particularmente a quienes no tienen conciencia de clase, a tal punto que a la hora de votar eligen a sus propios verdugos. Las últimas experiencias se localizan en la Argentina con Macri y en Brasil con Bolsonaro, los dos símbolos del nuevo fascismo que se ha ido extendiendo por el planeta como una de las últimas calamidades construidas por seres humanos deshumanizados.

 

En el caso de Macri, su devoción por la extrema derecha lo acaba de poner de manifiesto al sumarse al coro de voces de presidentes mercenarios que se unieron al imperio del Norte para desconocer la voluntad popular que en Venezuela consagró a Nicolás Maduro presidente "en las elecciones más limpias que se han conocido" según expresó el ex mandatario norteamericano Jimmy Carter.

 

El pronunciamiento de Macri no sólo interfiere en cuestiones internas de un país soberano sino que abandona la histórica postura argentina de respetar la libre determinación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias. Todo esto corre el riesgo cierto de derivar en un conflicto armado que puede convertir a Venezuela en un baño de sangre capaz de extenderse a todo el continente. Si algo le faltaba a Mauricio Macri para mostrar su desprecio por la libertad y la convivencia civilizada entre los pueblos, lo confirma el paso que acaba de dar en el caso de Venezuela al colocar al país al borde de un abismo.