De Menéndez a Milani
Por Juan Carlos Martínez
En una de sus irónicas genialidades, Borges puso al desnudo el perfil del genocida Luciano Benjamín Menéndez en un cruce dialéctico memorable. Ocurrió en los últimos tiempos de la dictadura cuando el escritor dijo que “los generales de este tiempo no han sentido silbar una bala cerca de sus oídos… mueren en la cama”.
La respuesta de Menéndez no tardó en llegar y para demostrarle a Borges toda su valentía, habló de su lucha contra la subversión. Claro que sin mencionar que esa lucha la había librado en campos de concentración clandestinos frente a hombres y mujeres inermes, sometidos a todo tipo de torturas hasta provocarles la muerte mientras las muchachas que parían a sus hijos eran eliminadas y sus criaturas repartidas como mascotas. Tampoco habló de aquella otra crueldad que significaron los vuelos de la muerte y convirtieron al mar y al río en cementerios acuáticos.
“Parece que hay un general que sintió silbar una bala cerca de sus oídos” fue la irónica respuesta de Borges para cerrar aquel cruce dialéctico entre un hombre de letras y un monstruo con armas.
Por estas horas, aquel general victorioso pasará el resto de sus días en una cárcel, justamente por haber cometido múltiples delitos de lesa humanidad y por eso mismo morirá, como dijo Borges, en la cama.
Otro valiente general acaba de contarnos públicamente los pergaminos conquistados en su derrotero militar desde que egresó como cadete hasta alcanzar el grado de general y acceder a la conducción del Ejército.
Sin embargo, igual que Menéndez, el general César Milani –de él estamos hablando- debió abandonar al alto cargo al que fue ascendido, justamente porque su historia registra algunos capítulos incompatibles con los atributos que debe reunir el militar que está al frente de un Ejército que todavía arrastra resabios de la sangrienta dictadura.
El propio Milani lleva sobre sus espaldas parte de esos resabios y por eso abandonó el cargo que un gobierno democrático no debió haberle conferido.
Los delitos de lesa humanidad por los cuales está acusado son una carga demasiado pesada no sólo para Milani sino para un país que busca reencontrarse con aquellos valores y principios que distinguen a una sociedad democrática y civilizada. En su partida, Milani dejó un mensaje que no puede interpretarse como un exceso verbal estimulado por las circunstancias de su retiro sino como una expresión que salió de lo más profundo de su conciencia.
”A los que me atacaron mediáticamente con calumnias e injurias, a todos ellos mi desprecio”. Una clara amenaza.
Señor Milani, la madre del soldado Alberto Ledo quiere saber qué hicieron con su hijo. Todas las madres quieren saber el destino de sus hijos desaparecidos. Es un derecho fundamental que no puede ser calificado de calumnias e injurias. Mucho menos merece ser despreciado. Lo despreciable es su silencio y su impunidad.
(Este artículo fue publicado por Radio Kermés el 3 de julio de 2015)