Una herida que no cierra
Por Juan Carlos Martínez
El plan sistemático del robo de bebés durante el terrorismo de Estado fue una de las atrocidades más espantosas. Nada más inhumano que haber arrancado a aquellas criaturas del vientre de sus madres, asesinadas luego de parirlos. En Como tantas otras, es una herida que aún permanece abierta. Como bien se ha dicho, en ellos se ha golpeado a lo indefenso, lo vulnerable, lo inocente y se ha dadso forma a una nueva modalidad de tormento. Cuarenta y dos años después del comienzo de la apropiación de niños y niñas, la mayoría de las víctimas de aquellos despojos permanecen en un mundo que no eligieron sus jóvenes padres biológicos. Siguen siendo rehenes de sus apropiadores, militares, policías y civiles cómplices de aquellos crímenes.
Tan cómplices como los médicos y los jueces que participaron en la entrega de aquellas criaturas como si se tratara de mascotas. Se calcula que fueron alrededor de seiscientos los bebés robados desde 1976 hasta el final de la dictadura. De ese total, hasta ahora se han recuperado 128. O sea, un promedio de poco más de tres por año. Hoy son hombres y mujeres que tienen entre 40 y 42 años. Si este promedio se mantiene, dentro de diez años (2028) será 158 los que conocerá su verdadera historia. Entonces tendrán 50 0 52 años. En 2038 serán 188 con un promedio de edad entre 50 y 52 años. En 2048 serán 218 con edades entre 70 y 72 años. Diez años después (2058) los identificados tendrán entre 80 y 82 años. En 2068 el número se elevará a 278 con edades entre 90 y 92 años. En 2078, a ciento dos años del golpe, los identificados sumarían 308 y sus edades superarían el centenario. En medio de esta realidad, el engaño lo heredarán sus hijos, quienes vivirán una historia que no fue la que pensaron para ellos sus padres biológicos. Jóvenes que se quedaron para siempre en la Primavera de sus vidas.