Tristeza e impotencia

“Me cuesta caminar, ¿puedo llamar por teléfono?”, preguntó la jubilada. “El teléfono no anda”, fue la respuesta del empleado de PAMI.

 

Por Juan Carlos Martínez

El mejor espejo para entender la realidad de un país no está en las estadísticas oficiales. Se nos presenta en vivo y en directo en las calles, en los hospitales y en las oficinas del PAMI. En los que duermen en las veredas o en las plazas, en los que acuden a los hospitales públicos en busca de la salud perdida y los que hacen largas y tortuosas colas en las dependencias del PAMI. La mayoría de esas personas son de avanzada edad. Muchas de ellas apenas pueden caminar con la ayuda de un bastón o se desplazan en sillas de ruedas.

 

Además de sufrir la mezquindad de sus haberes jubilatorios, padecen la insensibilidad humana de un sistema político que los trata como objetos descartables. No son pocos los que tienen que escoger entre la comida y los medicamentos. Hace años, cuando el entonces presidente brasileño Henrique Cardoso, le preguntó a un funcionario del Fondo Monetario Internacional qué es lo que se podría hacer con los millones de pobres que había en su país, la respuesta fue tan cruel como inhumana: “El fondo del mar”.

 

Más acá en el tiempo, la actual directora del FMI –la señora Christine Legarde, la mujer que maneja el destino económico de la Argentina- empleó una metáfora cuasi asesina para referirse a los problemas que a su criterio genera la extensión de la vida humana en la economía. “La gente vive mucho tiempo… algo hay que hacer” dijo y no fue necesario pedirle que nos explique que su deseo conlleva una dosis de eutanasia colectiva.

 

Como decíamos al comienzo, el mejor espejo para entender a la Argentina de este tiempo se encuentra a la vista de quienes quieran ver la realidad al margen de las estadísticas oficiales. Es decir, en las calles, en los hospitales y en las oficinas del PAMI. En ninguno de esos lugares hemos visto siquiera asomarse un instante a los burócratas de turno ni a la nutrida galería de candidatos que transitan por los canales de televisión o por otros medios de comunicación prometiendo el oro y el moro si son elegidos en las próximas elecciones. Si algo falta para describir la realidad en la que estamos inmersos, hay que sumar el hambre y la mala alimentación que sufren hombres, mujeres y niños condenados por el impiadoso ajuste que aplica un gobierno que en medio de tanta miseria nos habla de pobreza cero.

 

La verdad es que uno no encuentra la respuesta apropiada para describir el inhumano cuadro que nos rodea.

 

Nuestro sentimiento desborda de tristeza e impotencia.