A matar o morir

Por Juan Carlos Martínez

 

El fascismo y la muerte conforman una simbiosis perfecta. Son como dos hermanos siameses. Nadie, hasta ahora, ha podido separarlos. Transitan por la vida por los mismos caminos y se dirigen al mismo destino.

 

El fascismo que tantos estragos produjo en Europa está reapareciendo en nuestro continente. Brasil es el último ensayo exitoso. La extrema derecha ha recuperado el poder político por vía democrática.

 

Pero no es la fuerza del voto sino la fuerza de las armas la que sostendrá la gestión de Bolsonaro, un ex militar que por estos días nos trae el recuerdo del español Millan Astray, aquel fascista que mantuvo el célebre altercado con Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 cuando lanzó el VIVA LA MUERTE.

 

“Venceréis pero no convenceréis” respondió Unamuno y desde entonces la batalla entre la democracia republicana y el fascismo franquista no ha cesado.

 

El triunfo de Bolsonaro en Brasil está produciendo un efecto dominó en este continente, particularmente en la Argentina, convertida en tierra fértil para el fascismo desde que Mauricio Macri llegó al poder.

 

Nada más claro para calificar ideológicamente al gobierno de Cambiemos que sus regresivas políticas de seguridad. Y nadie mejor que Patricia Bullrich para garantizar que el modelo avanzará a sangre y fuego y que el gatillo fácil y la justicia por mano propia seguirán vigentes con el aval del Estado.

 

A la doctrina Chocobar, defendida a capa y espada por el mismísimo presidente Macri, la ministra acaba de agregar como opción para los argentinos el camino a la muerte.

 

“El que quiera estar armado, que ande armado; y el que no quiere estar armado, que no esté armado. Es un tema de las personas. La Argentina es un país libre”.

 

Hay una sola manera de interpretar esta suerte de arenga de corte belicista lanzada por la ministra Bullrich y al que Unamuno calificaría de necrófilo: a matar o morir.